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REMAR con los refugiados de Lesbos
- 17/10/2020
- Publicado por: Diaconía Madrid
- Categoría: Noticias
Las miles de personas sin techo tras el incendio del campo de Moria vuelven a poner en evidencia las políticas de inmigración
«Ahora ya no huele a mierda. Solo a quemado», comenta Nikos, un fotógrafo de Lesbos. José Fernández, el gallego de la ONG evangelista REMAR, confirma con pena la desoladora situación de quienes vivían en el campamento de Moria. Su organización está distribuyendo agua a una cola de miles de personas del campamento, todas ellas en la carretera, en cuyo borde han dormido ya varias noches. Son las consecuencias de los dos incendios provocados, uno seguro por un grupo de inmigrantes afganos al grito de «Bye Bye Moria» y el otro aún por investigar, que ha destruido el desastroso Centro de Acogida e Identificación de Moria en la isla de Lesbos.
Los de REMAR distribuyen desde la mañana del jueves lo que hay: comida del catering del ejército dos veces al día, y más cosas como agua y fruta, enviadas por distintas ONGs así como donaciones de países europeos, junto con sacos de dormir y mantas. Durante años, esta organización aguantó en Moria, aun cuando se fueron todas las demás ONGs protestando contra el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía en marzo de 2016. Distribuían tres veces al día, con colas kilométricas de varias horas, la comida del catering del campamento. Lo peor era la violencia, las peleas entre grupos de jóvenes y la falta de seguridad hasta ahora en Moria: se denunciaba al menos una violación por semana y por la noche todas las mujeres que no vivían con su familia en un contenedor preferían ponerse pañales para no arriesgarse a ir, casi sin luz, a uno de los malolientes sanitarios portátiles.
Campamento del infierno
El nombre de Moria ya no se asocia con el pequeño pueblito a 10 kilómetros de la capital, Mitilini, sino con el «campamento del infierno», el mayor de Europa para inmigrantes ilegales que llegan de las costas turcas, creado por el ejército para menos de 3.000 personas y donde malvivían hasta la noche del miércoles en contenedores tiendas de campaña unas 13.600 personas (aunque llegó a acoger a más de 20.000). Todos llegaron desde las costas turcas, a unas pocas millas de distancia de Lesbos y e otras islas cercanas como Kos, Samos, Leros y Jíos.
Ahora el ritmo de llegadas se ha ralentizado, porque las patrullas tanto griegas como turcas, así como las fuerzas de Frontex, vigilan estrechamente la zona y hay también drones. En lo que llevamos de año, han llegado a Lesbos 4.287 personas, mientras que en todo 2019 la cifra fue de 27.148.
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